Increíble pero cierto. Tras una maravillosa inmersión con Francisco y Armando de Rosario en un lugar de primera en la costa este, este conejo gigante pegaba brincos de un lado a otro entre las rocas junto al mar. Mis intentos desesperados de cazarle entre arbustos y rocas resultaron infructuosos, de modo que cambié de estrategia. Empecé a hablar con calma a ese inmenso conejo. Le conté que éramos vegetarianos y que nunca despellejaríamos a un roedor tan guapo. Que le esperaba un lugar estupendo en nuestra casa, con salidas al jardín, vistas al mar y deliciosa comidita para conejos hasta el final de sus días. No sé si le convencieron mis argumentos o si sus largas orejas se cansaron de escuchar cómo chapurreaba el español. ¿O simplemente había perdido la cabeza por falta de O2? Un músico llamado Osbourne dijo una vez: «Of all the things I´ve lost, I miss my mind the most.»
De todos modos, conseguí atrapar con delicadeza el presunto fugitivo de una granja de conejos para carne y le acomodé en el baúl de mi moto. Una cosa está clara, en la naturaleza nuestro «O2zy» (pronunciado OSSY) jamás habría sobrevivido. Hay demasiados perros de caza. Ahora disfruta de deliciosas zanahorias, ensaladas, hierbas y sobras de vegetales. De este modo, nos proporciona un fantástico abono natural para las plantas de nuestra pequeña agricultura ecológica. ¡Gracias O2zy!
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